La Iglesia siempre ha respondido a los signos de los tiempos. Anteriormente en las parroquias y conventos se organizaban los retiros, pláticas, conferencias y la gente acudía para escucharlas, los espacios se llenaban. Hoy, hay muchos lugares vacíos, las invitaciones no llegan a todos. Solo una pequeña parte de los católicos acude a las misas dominicales y escucha los avisos. Generalmente son las mismas personas, y la mayoría no sabe de las actividades que se organizan. Los agentes de pastoral hacen mucho esfuerzo para que la información llegue al mayor número de personas, imprimen volantes, envían flyers por WhatsApp, ponen anuncios en Facebook. Con esto se logra que más personas se enteren de las actividades, pero una cosa es que se enteren y otra que acuden y participan en lo indicado.
A la mayoría, especialmente a la gente joven, ya no les interesa “el banquete”, tiene muchas excusas, muchas otras cosas más atractivas, interesantes o de su conveniencia, como dice el texto del Evangelio: “pero ellos no hicieron caso, sino que se fueron, unos a sus campos y otros a sus negocios” (Mt. 22,5). En esta situación es importante “salir al encuentro” e invitar personalmente. El encuentro “cara a cara” es una oportunidad para dar testimonio de su fe, para convencer de la importancia del banquete. En mi parroquia periódicamente se organizan los retiros para hombres, mujeres y jóvenes. Se ponen carteles, se avisa en las misas y tal vez se inscriben dos o tres personas. Los retiros se llenan porque los organizadores platican personalmente con los familiares, con sus amigos, vecinos, compañeros, etc. Es diferente si un sacerdote dice: “ven a una plática” a que lo haga un compadre, un amigo, un vecino diciendo: “sabes que yo nunca iba a la iglesia, tomaba, le pegaba a mi mujer, pero Jesús cambió mi vida, ahora soy diferente”.
Salir e invitar significa también acercarse a la realidad de las personas, saber dónde y cómo viven, conocer sus problemas y preocupaciones. El papa sueña con “una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (EG 27). En su Exhortación Apostólica también retoma la importancia de la parroquia que debe estar en “contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos” (EG 28). Todo esto no será posible sin poner en práctica las palabras: “Vayan e inviten”.
Si los católicos no salimos de nuestros lugares de confort, no conoceremos la realidad, no sabremos cómo invitar para que la persona se sienta motivada a acudir al banquete. De esta condición escribe el papa Francisco en Evangelii Gaudium: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). Como ejemplo pone a Abraham que salió de su tierra hacia lo desconocido, a Moisés que a pesar de sus limitaciones confió en Dios y guio a su pueblo, a Jeremías que con sus temores y dudas – fue a donde el Señor quiso. Todos podemos tener muchas excusas para no responder a Dios, pero lo primordial es tener fe, confiar que Dios llama porque ama, siempre acompaña y llena a los enviados con la fuerza del Espíritu Santo. Leemos en el Mensaje del DOMUND que al proclamar el amor de Dios que salva, los misioneros lo realizan con “gozo, magnanimidad y benevolencia, fruto del Espíritu Santo en ellos (cf. Ga. 5,22)”.
El papa nos anima a salir e invitar, sabiendo que esto cada día es más difícil, por eso utiliza la palabra “incansable”, que motiva a no desanimarse, a perseverar y cada vez buscar nuevas estrategias de evangelizar. Hace unos días una joven, líder en su comunidad y catequista, me compartió que a los adolescentes ya no les interesa nada, no quieren escuchar, no participan, son muy apáticos. Cuando por fin llegan a la catequesis están sin ánimo y no ponen atención. Hablamos de diferentes estrategias, que no le funcionaron. ¿Qué hacer en este caso? Sería fácil desanimarse y decir: “ya es mi último grupo, ya no puedo”, pero la palabra “incasable” nos recuerda que siempre hay que empezar de nuevo. Si los adolescentes solo están con los celulares y no les interesa otra cosa, tal vez es tiempo de usar la tecnología para invitarlos, para interesarlos, para animarlos. Retomo lo dicho arriba, para que la invitación sea “atractiva” hay que conocer los destinatarios, saber cómo son y cómo llegar a ellos, cuál es su lenguaje. No se trata de presentar sólo lo que ellos quieren escuchar, el mensaje del Evangelio siempre es el mismo, podemos adecuar las estrategias, pero no el contenido.
Ser un misionero “incansable” solo es posible si se tiene una fe profunda que brota de los encuentros personales con Jesús, Él es quien da la fortaleza y la convicción de que “no podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch. 4, 20). En su mensaje, el papa Francisco agradece a los misioneros que han dejado todo para llevar la Buena Nueva a los diferentes rincones de la tierra, donde la gente no conoce a Cristo o donde ya se olvidaron de Él. Los misioneros Ad gentes son ejemplo de una entrega total. Donde sea que estén siempre realizan la misión Inter gentes: estar entre la gente, con la gente, para la gente, compartiendo la vida y la fe, dando testimonio del Dios Uno y Trino que quiere vivir en los corazones de todas las personas (San Arnoldo Janssen).
Todos los bautizados pueden ayudar por medio de sus oraciones y donaciones. Están invitados a compartir su fe allí donde viven y trabajan. Hay que dar con generosidad, tal vez hoy tú ayudas y mañana te ayuden a ti. Un ejemplo de esto son los países de Europa, que en su mayoría – en los siglos pasados – enviaban a los misioneros a las tierras lejanas. El día de hoy no tienen vocaciones, les faltan sacerdotes y sus iglesias están vacías…Su esperanza son los misioneros de otros continentes. Confiamos que Dios no nos desamparará, no abandonará a sus hijos necesitados, pero no olvidemos que Él nos dio la libertad, no obliga, espera y escucha. Escucha nuestras oraciones. Pidamos por las nuevas vocaciones para que no falten los misioneros dedicados a la obra evangelizadora.
El papa pide que seamos mensajeros respetuosos y amables. Cada uno desde su vocación, según su condición de vida. Ser mensajero de Dios en lugares donde se estudia, vive o trabaja es una tarea cada vez más difícil. Soy de un país católico, de un pequeño pueblo donde cada domingo todos iban a misa, era un ambiente donde nadie criticaba el creer en Dios. Actualmente, tanto en mi país de origen (Polonia) como en México, los católicos se enfrentan a muchas críticas, burlas, y a veces discriminación. Un joven universitario, me comentaba que son pocos católicos en su grupo y de estos la mayoría prefiere no hablar de su fe para no ser rechazados. Para ser un verdadero testigo de Dios se necesita ser valiente, tener coraje y una fe profunda.
Es muy conocida la imagen de Jesús tocando la puerta sin palanca de afuera, esperando que se le abra para entrar. El papa Francisco describe otra situación: Jesús está dentro y toca para salir. Es una comparación de la Iglesia cerrada, acomodada, que se apropia de Dios, y lo “limita”; que enseña y presenta a Dios según su conveniencia. Urge la Iglesia en salida, la Iglesia que marcha en sinodalidad, donde todos caminan al lado, con respeto, comprensión y empatía. Los que desde hace muchos años somos misioneros, podemos asegurar que ir de misión no es solo enseñar sino también aprender, Dios habla por medio de todas las personas. Personalmente he encontrado, en lugares menos esperados, las personas que con su fe me enseñaron a confiar más en el Señor. Vale la pena responder al mandato misionero: “Vayan a todo el mundo a invitar al banquete del Señor”, se aprende a ser abierto y respetuoso a lo diferente. Lo esencial es llevar el Evangelio “al mismo estilo de Aquél a quien se anuncia”. Jesús trataba a las personas con “cercanía, compasión y ternura”, iba con todas las personas sin excepción, siempre estuvo en camino. A este tipo de caminar nos invita el papa en su mensaje.
La imagen de la boda implica la alegría de estar cerca de Dios, por eso el anuncio implica el interés por el otro para que se entere del amor que el Señor le tiene. “Vayan” es el primer paso, “inviten” – el segundo, los dos son posibles cuando hay disponibilidad para arriesgarse confiando en la presencia y guía del Espíritu Santo. Sólo con su fuerza es posible ser “incansables en la misión”.
Hna. Ewa Rudzka
Misionera Sierva del Espíritu Santo
Gómez Cerda J. (2024) La Iglesia en Salida, misión del laico. Catholic Net. https://es.catholic.net/op/articulos/71880/cat/1248/la-iglesia-en-salida-mision-del-laico.html#modal