„Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” ….
Desde la noche en que los ángeles cantaron este himno, lo escuchamos y cantamos todos los años en Navidad. Anhelamos la paz que Jesús mismo nos trajo, tanto en nuestras comunidades, nuestras familias, que en nuestros pueblos y en nuestro país. La Navidad es un tiempo especial para recordar este anhelo y hacer todo lo posible para lograrlo y vivirlo.
El Evangelio nos anuncia la gran esperanza que trae la noche de Navidad. Dios envía a su Hijo Unigénito a la tierra, quien hace que nazca en nosotros la paz del corazón. Realmente nace cuando confiamos en que Dios nos ama, ama a todas las personas sin distinción, porque tanto amó al mundo que nos entregó a su Hijo.
Con gran fe, reconozcamos la presencia de Dios en el Niño acostado en el pesebre, agradecemos su amor, esperanza y paz, paz para el mundo entero. Que esta Navidad sea un tiempo de gracia, de conversión, de cambio de corazón, porque sin esta conversión de corazón no hay verdadera paz. San Ambrosio nos recuerda: «Empiecen la obra de la paz en ustedes mismos, para que ustedes mismos, llenos de paz, la lleven a los demás».
En estos momentos hermosos y únicos del año, deseo que el Cristo Recién Nacido encuentre un lugar para sí mismo en nuestros corazones.