En 1871, con 18 años habló por primera vez con su confesor acerca de este sueño. El mismo le pidió que esperase porque aún no era el momento apropiado para su ingreso. Hasta le prohibió que leyera las revistas de la Santa Infancia. Este ha sido un tiempo muy duro para Helena. Ella tenía la sensación de que todos la abandonaron, hasta el mismo Dios. Pero a pesar de todo, esperó y siguió rezando a fin de encontrar una congregación misionera con misión en China. Sólo la oración le proporcionaba consuelo y paz.
En 1881 un sacerdote le concede a Helena la dirección del Padre Arnoldo Janssen, fundador del Seminario Misionero en Steyl, Holanda. Entonces le escribe, Reverendo Padre: Por favor, ayúdeme, no importa donde me admita, si quiere puede mandarme directamente a China. Posteriormente fue a Steyl, y quedó impactada y agradecida de su primera visita. El 30 de diciembre de 1882 ingresó en Steyl para desempeñarse como sirvienta en la obra misional. Comparte la vida con otras tres jóvenes con quienes viven en comunidad como si fuesen religiosas. Vivieron así durante 7 años sin certezas de que el sueño se haría realidad. En julio de 1888 las jóvenes mujeres recibieron traslado a una casita llamada de los Tres Tilos. Este hecho era para ellas una señal de esperanza. Un año más tarde, en las vísperas del 8 de diciembre de 1889, se mudaron al convento de los Capuchinos, desde entonces se estableció el primer postulantado. Ese día es considerado día de fundación para las Hermanas Misioneras Siervas del Espíritu Santo. Posteriormente, en 1894, al emitir los primeros votos recibió el nombre de María. Se sintió profundamente honrada y feliz de ver cercano el sueño de ser misionera en China. Pero su misión fue constituir la comunidad de hermanas misioneras en Steyl y formar a las jóvenes que poco a poco se unían con este mismo ideal religioso-misionero.
Ella trabajaba junto a Arnoldo abandonándose día a día incondicionalmente a la voluntad de Dios. Su lema era: A Dios la Gloria, al prójimo el provecho y a mi misma el sacrificio. Madre María, como Superiora se preocupaba siempre por el amor mutuo entre las hermanas. Escribía a las Hermanas en Argentina: es bonito cuando las hermanas viven en armonía. A pesar del trabajo y de las dificultades de los inicios, María siempre disponía de tiempo para estar y gozar de la presencia y del amor del Señor y encontraba fuerza en la Eucaristía.
Se caracterizaba por su búsqueda de la voluntad de Dios y por su capacidad de espera y esperanza en Dios. Cuando en 1895 el P. Arnoldo estaba por fundar una tercer rama de consagradas contemplativas, ella deseó formar parte de este grupo. Pero no fue elegida para esta misión en aquel momento, posteriormente, cuando las circunstancias históricas hicieron que Arnoldo necesitaran de ella en la clausura, expresó: yo me siento feliz como hermana misionera, pero como percibió el deseo del fundador de su presencia en esta nueva congregación acogió, más allá de su propio parecer, con disponibilidad esta misión, porque lo leyó desde la fe como la Voluntad de Dios. Para esto pidió a Dios la fuerza y el coraje que necesitaba.
El día 8 de diciembre de 1898 María vistió el hábito rosa de la clausura e ingresó al noviciado de las Hermanas Siervas del Espíritu Santo de la Perpetua Adoración. Ella era una vez más, novicia. El día 30 de enero de 1900 enfermó gravemente y recibió el permiso para emitir los votos en la nueva congregación con el nombre de María Virgo.
El día 3 de febrero de 1900 el Señor la llama para gozar de su Pascua Eterna. Esta era una gran pérdida para las tres congregaciones, también para Arnoldo Janssen, él escribió: Dios la ha llamado para ayudarme como cofundadora, su muerte me causa gran dolor. Que su memoria se mantenga siempre viva entre todas las hermanas.
Madre María vivió como el grano de trigo, aceptó las muertes cotidianas, renunció a hacer efectivo su sueño acerca de la misión en China, vivió en lo oculto, con fortaleza y pasión que potenció la semilla de la consagración y misión, por ello produjo muchos frutos, sus hermanas están esparcidas en más de 40 países en los cinco continentes. El Papa Juan Pablo II el día 7 de mayo de 1995 la declaró Beata. Feliz. Bienaventurada.
Madre Maria